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Destino: Nicaragua | Día 9, Migración


Me gusta viajar en carro, de copiloto o en los asientos traseros, mirando por la ventana. Los colores del paisaje se mezclan a la velocidad que viajamos, las luces se funden y estiran a todo lo ancho del cristal hasta desvanecerse. El cielo se mancha de trazos agresivos del follaje de los árboles y por las noches, las señalizaciones del camino, que reflejan la luz, destellan fugases al ser rebasadas.

Cruzar las fronteras de México, Guatemala, El Salvador y Honduras no es complicado. Sólo presentar pasaportes y avanzar a la siguiente oficina migratoria, por otro lado, la frontera de un país que presume de un sistema político socialista ejerce mayor control. Para mis padres no basta con el pasaporte o que estén tramitando la residencia, ellos entran con visa de misionero y hasta no verla en el ordenador, no nos dan entrada. Pese a todo, los agentes migratorios no son altaneros, prepotentes o mandones. Nos entretienen dos horas hasta que pueden corroborar las visas. 
Bienvenido a Nicaragua. 
Al salir ya ha oscurecido, y el camino hasta Granada es largo. En cuanto a dimenciones el país es pequeño, más o menos del tamaño de Jalisco, pero el trayecto de una ciudad a otra se alarga debido a que es necesario rodear lagos y un volcán, lo que extiende el recorrido hasta Granada desde la frontera a unas 4 o 5 horas. Sin mencionar que el control vial es minucioso. Debo reconocer que las carreteras de Nicaragua están en perfectas condiciones y me pregunto porque no puedo decir lo mismo de Guadalajara. No es raro que te detenga un policía aunque sólo sea para que te orilles y luego te dejen continuar. Y mi padre se asegura de no rebasar en línea continua, diciendo que los policías se esconden.
Nos detenemos a dormir en Somoto. La mayoría de las ciudades/municipios/departamentos tienen un atractivo turístico y en el caso de Somoto se encuentra el Cañón. Pero no hay oportunidad de visitarlo. Dormimos en un hotel de estilo colonial con mucha vegetación y habitaciones cómodas con ventilador y aire acondicionado, pero con problemas de agua y fue complicado poder bañarnos al día siguiente. Es paradójico, dice mi padre, para la cantidad de lagos que hay en Nicaragua, todo el país tiene problemas de agua.
Al día siguiente desayunamos lo que incluía el precio de habitación: pinto, un huevo estrellado y una tortilla, con café. A las diez salimos rumbo a Granada. 

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