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Destino: Nicaragua | Día 4, Frontera.

Carretera rumbo a Ciudad Hidalgo, antes de cruzar Suchiate, nos topamos con el fenómeno más bello de la naturaleza: un convoy.



Filas de trailers y camiones de carga, unos jalando vehículos chocados. Al parecer, los carros destrozados se compran en la frontera norte en aproximados $500 dólares, y se transportan a la frontera sur, donde una vez arreglados se venden hasta en $3,000 dólares en Centro América. 
Los trailers y camiones, por su parte, prometen ser todo un caso de estudio para un antropologo osado. A mí la idea me tienta. En la era de la globalización los vehículos de carga pesada y transporte transnacional juegan un papel importante. Sería curioso, por ejemplo, hacer etnografia sobre la apropiación identitaria de los vehículos por parte de los conductores. Algunos están personalizados con calcomanías y adornos externos. Uno exhibe una cornamenta en el cofre (lo que es una imagen casi arquetípica), otros resaltan con imágenes de fuego y alas, además de iniciales en tipografía gótica. Algunas cabinas tienen nombres; Un tráiler rojo tiene escrito "Susy" en letra de molde por encima del parabrisas, otro de color negro reza "Chabelo" en caligráfica, con bandas rojiblancas en los laterales. Por otro lado, hay vehículos de carga con las cabinas inmaculadas, en color blanco, que sólo portan el nombre de la empresa y números de serie. Me imagino que en esos casos es la empresa dueña de los vehículos y exigen mayor "sobriedad", mientras que los personalizados son propiedad de los conductores. O bien a la empresa no le importan ese tipo de cuestiones.
Me gustaría toparme a B. J. Mckay cruzando la frontera. 

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