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Los dowayo desde la mirada del Antropólogo Inocente

 


“El investigador se instala en el lugar y su objetivo es participar en términos de los actores que observa y con quienes convive, actuando como si fuera uno más. En esta progresiva simulación, penetra en la ficción de ser uno más de ellos, aún cuando nunca dejará de ser él mismo, con sus historia, sus determinaciones y sus objetivos para estar allí.”
Rosana Guber, El salvaje metropolitano

“Los antropólogos han tenido suerte en lo que se refiere a su imagen pública… Los antropólogos se han situado a los pies de santos hindúes, han visto dioses extraños, presenciado ritos repugnantes y, haciendo gala de una audacia suprema, han ido a donde no había ido ningún hombre. Están, pues, rodeados de un halo de santidad y divina ociosidad. Son santos de la iglesia británica de la excentricidad por mérito propio. La oportunidad de convertirse en uno de ellos no debía ser rechazada a la ligera.”
Nigel Barley, El antropólogo inocente

Breve biografía
         Nigel Barley es un antropólogo nacido en Kingston sobre el Támesis, Inglaterra, el 25 de julio de 1947. Después de licenciarse en Lenguas Modernas en Cambridge completó su doctorado en Antropología Social en Oxford. Además de llevar a cabo tareas de enseñanza e investigación fue contratado por el Departamento de Antropología del Museo Británico dentro del Departamento de Etnografía, institución en la que colaboró hasta el año 2003.

         Su primer libro, El antropólogo inocente, es un ingenioso, divertido e informativo «relato acerca del trabajo de campo» que realizó con el pueblo dowayo de Camerún, luego de esto publicó numerosos trabajos acerca de África e Indonesia sobre viajes, el arte, biografías históricas y ficción.

Sobre el libro

         El antropólogo inocente fue publicado por primera vez en inglés en 1983, debido a la forma en que se nos presenta la obra, no está considerado por muchos como “estrictamente antropológico”, pero me gustaría señalar que gracias a la forma en que el libro está escrito, casi como una novela, resultó su éxito en ventas.

«Se trata de una obra con indudables cualidades literarias, no en vano la ágil pluma de Barley salpica todas sus descripciones y reflexiones de un chispeante y agudo sentido del humor, y esto explica quizá su éxito en ambientes «profanos», entre los «no iniciados» en la antropología social; sin embargo con ello no da razón por sí solo de la buena acogida de la que, en general, ha gozado también entre los «iniciados»(Jociles Rubio, 1997:97)

         La obra de Barley nace en un momento de la historia de la antropología (la primera mitad de los años 80) y dentro de un clima intelectual clave; hablamos de la época de los denominados —por Geertz en su libro El antropólogo como autor (1997)— «hijos de Malinowski», mismos que deben su mote no a que sean seguidores de los planteamientos teóricos o metodológicos de Bronislaw Malinowski, sino principalmente por las reacciones tardías y paroxísticas al libro A diary in the strict sense of the therme1, editado póstumamente en 1967 por su discípulo Firth.

         Barley rechaza la «mojigatería de los antropólogos», (Jociles Rubio, 1997:99) con esto no se quiere decir que plantee una alternativa a las monografías académicas, pues a pesar de ser muy crítico con los hábitos intelectuales de la “academia”, no ve en el trabajo de campo una simple experiencia de encuentro con el otro; así podemos interpretar que Barley comparte algunas de las ideas de antropólogos postmodernos. Durante la época que corresponde a la aparición del libro se hicieron presentes las autobiografías reflexivas de campo, mismas que agregaron interesantes elaboraciones sobre el imaginario que ronda las relaciones de poder entre el investigador y los informantes2. La etnografía no va más allá de la experiencia personal, de suerte que lo que hay que expresar en los soportes de la investigación son justamente los problemas, sentimientos, malentendidos… que se producen entre el investigador y los investigados (entre el etnógrafo y lo etnografiado). El resultado es que la antropología no sólo pierde todo su sentido nomotético o ideográfico, sino que —como dice Llobera en su libro La identidad de la Antropología (1990)—, se convierte en la narración de unas vacaciones en un lugar exótico o en el relato del «infierno» que supone el encuentro con el otro. (Jociles Rubio, 1997:99)

         Esto tiene muchas relaciones con el denominado “posmoderno de la reflexividad”, que supuso que el etnógrafo debía someter a crítica su propia posición en el texto y su relato (entiéndase descripción) del pueblo en observación, bajo el supuesto de que «lo que estamos capacitados para ver en los demás depende en buena medida de lo que está en nosotros». Para James Clifford, la reflexividad es no sólo un instrumento de conocimiento, sino también de de compensación de las asimetrías entre Occidente y el Otro. Dice Clifford: el conocimiento debe plantearse “dialógicamente” en permanente negociación y pluralidad de voces, la “cultura” habría dejado de ser un hecho dado y exterior, para reconocerse como resultante de un proceso intersubjetivo convergente, divergente y paralelo. (Guber, 2001:124)

         La mayoría de las etnografías realizadas durante un periodo anterior, elaboran un tipo de estructura de lectura en base a la investigación; por ejemplo, tenemos lo que hizo Evans-Pritchard en su trabajo con los Nuer3 o el trabajo publicado por Leach4. Y la antropología mexicana no se queda atrás, como podemos ver en publicaciones tales como Cuijla y Problemas de la población indígena de la cuenca del Tepalcatepec de Gonzalo Aguirre Beltrán. No menciono estos autores por elaborar una crítica ni mucho menos, pues desde un principio tenemos a consideración los “objetivos” presentados por cada uno de los trabajos, sino que mi interés es señalar que, en contraste, El antropólogo inocente de Barley lleva una narrativa muy parecida a una novela, iniciando desde el momento en el que decide hacer su trabajo de campo, seguido por el viaje y la estancia entre los dowayo, y finalmente, su regreso a Inglaterra; plagado de reflexiones a lo largo de todo el proceso, tiene más en común con lo que sería un diario de campo que con un “trabajo etnográfico”. De manera que en todo momento nos recuerda que estamos viendo a una comunidad étnica a través de la mirada de un antropólogo inocente.

Desde la mirada del Antropólogo Inocente
         Los dowayo son habitantes de una pequeña aldea situada a los pies de una montaña Kongle, en el país de Camerún. Descendientes de los Fulani, los dowayo actualmente no se reconocen como etnia africana.

La lectura del libro de Barley es amena, y su descripción de los acontecimientos no está exento de un sentido del humor muy british (lo más parecido a si los Monty Phynton hubiesen hecho un largometraje sobre un antropólogo); por ejemplo, algo que hace Barley al arribar a la aldea de los dowayo y encontrarse con las primeras personas —y supongo que es algo que también me gustaría hacer en su momento— fue exclamar: «Llevadme ante vuestro jefe», (Barley, 2004:67) petición que fue debidamente traducida y los dowayo lograron responderle.

Barley destaca la dificultad del lenguaje presente en su interacción con los dowayo, pues aunque habla un poco de Fulani5, el jefe de la aldea y los dowayo, hablan celosa y exclusivamente el dowayo.

Los dowayo hablan una variedad viciada de fulani de la que se han suprimido todas las formas irregulares y el significado de las palabras se han modificado para acomodarlo a los conceptos dowayo. Por lo demás, sólo reconociendo su lengua es posible captar los apartes reservados para otros oídos. (Barley, 2004:73-74)

Los desesperados intentos de Barley por hacerse entender conducen a situaciones divertidas que no hacen sino aumentar el aura de excentricidad que los dowayo le confieren desde el principio. La resistencia del lenguaje tonal llega a tales límites, generando situaciones absurdas, y haciendo sospechar a los dowayo que el “hombre blanco” sabe absolutamente todo. La incompetencia de Barley es vista por los dowayo con desconfianza, pensando que en su papel de investigador se hacia el tonto con alguna finalidad que no alcanzaban a comprender, además el conflicto que le generaban algunas creencias dowayo, por ejemplo, algunos creían que Barley era un espíritu antepasado reencarnado en hombre blanco que en cualquier momento se sacaría su piel para mostrarse en todo el pueblo como era en realidad. (Barley, 2004:72)

Barley también describe a detalles los ritos funerarios de los dowayo, con la genialidad que le permite la narrativa sin sus características observaciones.

Al margen del sentido del humor y bromas de Barley presentes a lo largo de la obra, denota sus “habilidades” antropológicas y su dominio de la teoría. Respecto a la tribu que lo acogió, su trabajo se centró especialmente en el estudio de las relaciones de parentesco, la influencia de la agricultura en su cosmovisión y el rito de transformación de niño a adulto que gira en torno a la circuncisión, además de la descripción de la relación de los dowayo con su hábitat, son una tribu que vivía en armonía con la naturaleza… en apariencia:

«En lo que se refiere a vivir en armonía con la naturaleza, a los dowayos les queda mucho por recorrer. Con frecuencia me reprochaban el no haber traído una ametralladora de la tierra de los blancos para poder así erradicar las patéticas manadas de antílopes que todavía existen en su territorio. Cuando los dowayos empezaron a cultivar algodón para el monopolio estatal, les suministraron grandes cantidades de pesticidas, que ellos inmediatamente aplicaron a la pesca. Arrojaban el producto a los ríos para después recoger los peces envenenados que flotaban en la superficie. Esta ponzoña sustituyó rápidamente a la corteza del árbol que habían utilizado tradicionalmente a la corteza del árbol que habían utilizado tradicionalmente para ahogar a los peces. Es maravilloso explicaban. Lo echas y lo mata todo, peces pequeños y peces grandes a lo largo de kilómetros.» (Barley, 2004:122)

Lo que nos describe Barley en toda la obra ratifica la presencia de la subjetividad etnográfica, misma que expresa sin intenciones de ocultar o de apegarse a “concepciones relativistas”. El análisis de la obra no está limitado a la cultura de los dowayo, sino en la interacción (más concretamente), las tomadas de pelo y burlas de las que es víctima; por ejemplo, el primer día le robaron su comida, y así a lo largo de su trabajo etnográfico y narración encontramos este tipo de anécdotas:

«Yo les causaba muchísima gracia. “Sacaban fotografía” con un cuenco roto y “tomaban apuntes” en hojas de palmera. Por mi parte, procuré pagarles con la misma moneda: cuando me pidieron dinero les entregué solemnemente el tapón de una botella.» (Barley, 2004:108-109)

Todo esto refleja la visión creada por “los otros” culturalmente distintos con respecto al investigador occidental; ya la sola presencia del investigador crea una serie de situaciones que alteran la cotidianidad de la vida de los pueblos estudiados; constituyendo características interesantes a tomar en cuenta para el análisis. ¿O acaso no realizan los nativos una etnografía también cándida e inocente del extranjero, del extraño, del “otro” que sin invitación ha caído entre ellos?

Conclusiones
         Barley es un académico, doctor en antropología, y al momento de tomar el libro es agradable ver que no inicia su narración como un “etnógrafo”. Clifford Geertz señala en varios ejemplos que el etnógrafo escribe de una manera ya muy arquetípica, incluso estereotipada: “los dowayos son esto, hacen aquello, etc…” Sin embargo, Barley no se empeña  en mostrar un trabajo acerca de los dowayos de manera objetiva y metódica; de principio a fin, nos muestra una peculiar visión que está ausente en casi todas las monografías de un trabajo de campo.

         Para algunos esto puede ser un aspecto criticable en la obra de Barley, en mi opinión, esta forma permite que el conocimiento de la antropología resulte en una lectura gratificante y entretenida, sin pretensiones.

¡Wow! Me sorprende que hayas llegado hasta este punto, y lo agradezco. Si te interesa consultar de primera mano el libro de Barley, en esta entrada: El Antropólogo Inocente,de Nigel Barley | Reseña, puedes descargarlo. Un regalo de mi parte.

Bibliografía principal
Barley, Nigel (2004). El antropólogo inocente. Barcelona : Anagrama (Crónicas).

Bibliografía complementaria
Alegrett, D.; Rodriguez, D.; Torrealba, G. (s/f). Reflexiones acerca de “El antropólogo inocente” de Nigel Barley: Identidad, Diferencia, Sexo, Muerte y Fertilidad en una visión contemporánea del parentesco, de los ritos de paso y del trabajo de campo. AntropologíaWiki; visto el: 16 de mayo de 2015, en:
url: http://antropologia.wikia.com/wiki/Reflexi%C3%B3n_acerca_de_El_antrop%C3%B3logo_inocente_de_Nigel_Barley:_Identidad,_Diferencia,_Sexo,_Muerte_y_Fertilidad_en_una_visi%C3%B3n_contempor%C3%A1nea_del_parentesco,_de_los_ritos_de_paso_y_del_trabajo_de_campo

Bilbao, Javier (s/f). Hombre blanco de todas las bromas. Jot Down [Blog de Internet]; visto el 16 de mayo del 2015, en:
        url:
http://www.jotdown.es/2011/07/hombre-blanco-de-todas-las-bromas/

Guber, Rosana (2001). La etnografía: método, campo y reflexividad. Bogotá : Grupo Editorial Norma (Enciclopedia latinoamericana de sociocultura y comunicación).

Cerri, Chiara (2010). “La importancia de la metodología etnográfica para la investigación antropológica: el caso de las revelaciones de valores en un estudio asociativo juvenil.” Revista Periféfia: revista de acerca i formació en antropología, número 12.

Jociles Rubio, Ma. Isabel (1997). “Nigel Barley y la investigación etnográfica”. Revista Políticas y Sociología, 24. Madrid : Universidad Complutense, pp. 97-120.

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1. El diario íntimo de su viaje en las Islas Trobriand.
2. Entre los trabajos que abordan ente tipo de reflexividad tenemos a: Barley con El antropólogo inocente; Kevin Dwyer con Morocan Dialogues. Anthro-pology in question (1982); Elmes S. Miller con Nurturing Doubt (1995); Paul Rabinow con Reflexiones sobre un trabajo de campo en Marruecos (1977); y Paul Stoller & Cheryl Oakes con In Sorcery’s Shadow (1987).
3. El índice de libro Los Nuer (1992) se estructura en: El interés por el ganado – La ecología – El tiempo y el espacio – El sistema político – El sistema de linajes – El sistema de grupos de edad – Mapas – Figuras – Ilustraciones.
4. El libro de Edmund R. Leach, Sistemas políticos de la Alta Birmania: estudio sobre la estructura social Kachin (1977), se estructura en: El problema y su marco donde habla de “Las categorías Shan y Kachin.
La segunda parte, La estructura de la sociedad Gumsa Kachin, habla sobre los conceptos de división territorial, lo relativo a los agregados de personas, el parentesco por afinidad y el incesto, conceptos de propiedad y posesión, rango y clase, lo sobrenatural y finalmente los conceptos de autoridad (políticos y religiosos). En la tercera parte analiza la Variabilidad Estructural.
5. Lo suficiente como para decir: «Lo siento, no hablo fulani». (Barley, 1983:55).


La presente entrada formó parte de un Ensayo presentado para el curso "Teorías de la cultura".

Cómo citar:
Cortés Flores, Nimrod M. (2015). "Los dowayo desde la mirada del Antropólogo Inocente". En: Cuaderno Antropomorfo: apuntes de un bastardo con forma humana [Blog de Internet]. Visto el: dd/mm/aaaa, en:
Url: http://nimantropomorfo.blogspot.com/2015/09/los-dowayo-desde-la-mirada-del.html

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