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Destino: Nicaragua | 1 semana en Granada


A las 5:30 am ya ha amanecido y aquello me permite despertar temprano y salir a correr hasta la orilla del lago, a casi 2 km desde donde me hospedo. Supongo que durante el año no varía mucho la hora del amanecer y a las 6:00 am, trotando sobre la avenida Calzada, no hay calles solitarias. Quisiera pensar que aquello no es debido al comercio turista, y que es hábito madrugar, pero claro que puede ser un incentivo.
La mayoría de las casas y construcciones mantienen un estilo colonial, un solo piso, techos altos y tejas. La palabra colonia se repite como nombre propio de farmacias, hoteles, restaurantes, establecimientos y centros comerciales; no en menor cantidad se hace presente la silueta con sombrero y el nombre de Sandino.
En Managua, la capital, son mayores los monumentos dedicados al héroe revolucionario, y el actual partido junten ante se encarga de preservar cada uno y embellecerlos. Hay además, en el centro de una de las rotondas, un monumento luminoso dedicado a Hugo Chávez.
Por lo demás, la fauna se resiste al desarrollo urbano. Sobre la avenida que sigo en dirección al lago en Granada, a la derecha hay gol eras de altos árboles de mangos y a izquierda filas de chipalcates. Ambos producen una agradable sombra a media tarde, cuando el sol pega con mas fuerza aunque la humedad del aire aun así hace sudar. Hay palmeras, un árbol llamado Nim, arbustos florales, etc. Pese a los cuidados y el aseo de las áreas verdes y parques turísticos, la orilla del lago puede tener algo de basura. Al adentrarse en lancha, el paisaje es claro y la brisa parece de mar.
Hay mas de 300 isletas al rededor del lago de Granada. Unas son propiedades privadas y otras se usan como restaurantes. Debido al aislamiento, hay personas que viajan de lanchas de motor y visitan cada una de las isletas, vendiendo despensas.
También oscurece pronto, a las 6:00 pm. Desde una hora antes, la gente se sientan en sillas afuera de sus casas a conversar. Sobre la avenida Calzada abren los restaurantes, que los turistas recorren, se ejercitan, beben o toman fotos. Pero la comida tradicional nicaraguense no se encuentra por estos rumbos.

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Me gusta viajar en carro, de copiloto o en los asientos traseros, mirando por la ventana. Los colores del paisaje se mezclan a la velocidad que viajamos, las luces se funden y estiran a todo lo ancho del cristal hasta desvanecerse. El cielo se mancha de trazos agresivos del follaje de los árboles y por las noches, las señalizaciones del camino, que reflejan la luz, destellan fugases al ser rebasadas.