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Destino: Nicaragua | Día 1

Chiapas es sus colores, la naturaleza y fruta de los mangos, la flora que resiste a la mancha urbana y la fauna que armoniza el amanecer.

Un amigo colombiano llegó a clase con queso de mesa y dulce de guayaba, y nos invitó a probarlos convinados. Acordándome de ello, tome un quesillo que nos sirvieron en rodajas y lo acompañe con una uva morada.

Al parecer, en Chiapas existen 1365 congregaciones religiosas y el discurso evangelico surge en la conversación. Mi padre comenta que en Nicaragua hay un letrero que reza que el sistema político del país es Socialismo Cristiano. "Es verdad" responde una de las personas que come con nosotros, "es uno de los planteamientos de Marx. Marx era cristiano y basó muchas de sus teorías en su evangelio". Discimulo una risita con otra uva y queso.

El antropólogo Marc Auge propone el concepto de no-lugares, para referirse a espacios de tránsito donde no existe interacción social. El concepto es debatible y mejor es entender los no-lugares como un complemento de los lugares y no como un contrario o contradictorio. El avión, considera Auge, es uno de estos espacios de tránsito, por otro lado J. Anta Felez ha escrito la etnografia del avión, "advierte que Occidente ha desarrollado un código cultural de consumo, cuya máxima expresión confiere un lugar de privilegio al viajero" (wiki). No me fue posible leerlo.

La mayor interacción fue con los precios de la comida. La aerolinea te invita a probar uno de sus combos especiales: 200 pesos por dos refrescos y papitas. La cabina es murmullos de pasajeros somnolientos, que reaccionan al pasar las aeromosas jalando un carrito, les sigo con la mirada. Algún incauto pide el combo fiesta: dos vasitos con hielo llenos de whisky y dos latas de manzanita. Retrasar el vuelo 40 minutos ha funcionado. 

En cambio, la sala de espera del recorrido en lancha hacia el Cañón del Sumidero rezuma interacciones, los turistas reniegan los precios del alcohol: 75 pesos una michelada. 
"¡75! Eso cuestan 3 micheladas en mi rancho"
"Con eso me compro 2 caguamas frente a mi casa"
"Mejor compremos en la farmacia alcohol" 
El vendedor sólo ríe, ha de pensar "que exagerados turistas" y luego reitera sus precios. 


El recorrido es maravilloso, la lancha viaja a máximo de 60 km/h. La brisa es refrescante y comprar un gorro antes de partir fue la mejor idea. Los pobres turistas que no pensaron en ello se van cociendo por el sol. Aunque podría pensarse como un no-lugar, la interacción abunda entre bromas, gritos y exclamaciones sobre el paisaje. También se crea una relación con Lauro, el conductor, que al inicio del recorrido nos avisa que pretende ganar 10 pesos por persona. Todos ríen, pero Lauro habla en serio. Es un hombre atento, se detiene bajo un puente de arco junto a un derruido puente colgante y nos explica su historia; seguimos avanzando hasta que Lauro detiene la lancha y nos acerca a la orilla. Hay cocodrilo sobre una piedra, cubierto del sol bajo un árbol.

Los pasajeros ríen, chiflan a otras lanchas, se burlan entre ellos. El joven frente a mi cuestiona las instrucciones dadas y saca la mano contra la ola que alza la lancha, tiene suficiente fuerza como para arrancarle trozos de piel de los nudillos, el joven a su lado se burla y yo me río. 


Llegamos al final del recorrido, una presa, sedientos y acalorados. Una lancha vende bebidas y botanas, los turistas se refieren a ella como la lancha oxxo. Nos acercamos, un joven grita: "Aquí van a venderte a 100 pesos la lata de cheve". Otro responde: "A su puta madre, pero con este calor me compro dos". Pero los precios se mantiene y compran sin negociasiones, 75 pesos la michelada.

El joven de en frente usa su camisa como sombrero y mientras surten a los consumidores, los demás sudamos a cantaros. "Ya vamonos Lauro, y si te doy tus diez pesos", grita. 

En el regreso me venía durmiendo, inclinando la cabeza al borde de la lancha. Al abrir los ojos los turistas van mas tranquilos, han sido dos horas de recorrido y un viaje de 36 km. El regreso es sin escalas a 60km/h.

Al volver a casa comemos carne azada, bistec, chorizo y tripita deliciosa, acompañados de salsa roja, chiles verdes, frijoles con chipilin y un plato de quesillo que han partido sólo para mi. Muero de sueño, insisten que a las 8 de la noche nos llevaran a un restaurante donde se baila. Luego de comer voy al cuarto que me han reservado para dormir unos minutos. Cuando despierto es la una de la madrugada, aun tengo sueño pero veo que junto a mi ventana cuelgan un manojo de mangos y me pregunto y podré comerme uno.


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Me gusta viajar en carro, de copiloto o en los asientos traseros, mirando por la ventana. Los colores del paisaje se mezclan a la velocidad que viajamos, las luces se funden y estiran a todo lo ancho del cristal hasta desvanecerse. El cielo se mancha de trazos agresivos del follaje de los árboles y por las noches, las señalizaciones del camino, que reflejan la luz, destellan fugases al ser rebasadas.